Están al lado de las casas, cambiando el paisaje y la vida de decenas de personas en la región del Biobío. Día y noche, las turbinas se escuchan como aviones despegando y las sombras de las aspas transforman el interior de las viviendas en una discoteque. Con miras a una matriz energética renovable, los aerogeneradores se multiplican. Sin embargo, la construcción de los parques se hace sin una norma que regule las distancias o compense a las personas por su impacto.

Texto: Lukas Jara y Javier Louit
Edición: Catalina Gaete y Paulette Desormeaux 
Ilustración: Hans Peralta

*Este reportaje fue presentado a la Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo, sede Concepción, para optar al título profesional de Periodista, bajo la guía de la profesora Catalina Gaete.

Son las 7:00 de la mañana y Edgardo Hidalgo pasó otra mala noche. Conciliar el sueño es cada vez más difícil para este vecino de Negrete, Región del Biobío, ya que el año pasado la empresa WPD Chile instaló diez turbinas eólicas, prácticamente, en el patio de su casa. “El ruido es día y noche. Cuando hay viento y están girando es como tener arriba un avión las 24 horas del día intentando aterrizar, como vivir al lado de un aeropuerto”, asegura Edgardo. 

Este vecino de Negrete ha vivido durante 10 años en El Agro, un sector retirado ubicado al poniente de la comuna, que está a nueve kilómetros de la zona urbana. Su terreno colinda con el de su hermana y su padre. 

Edgardo pasaba los días trabajando en sus plantaciones de frutillas y sacando la miel que producían sus abejas polinizadoras. Hasta inicios de 2017, contaba con 35 cajones con nidos recolectores de néctar. La casa en que viven hoy la construyó junto a su esposa. Caminar por el campo con su hija y su perro “Panchito”, para disfrutar del silencio y la calma, era una de sus grandes pasiones. 

Pero un día su vida cambió por completo. A finales de 2017, dos personas tocaron a su puerta.  “Llegaron en un auto. El portón estaba abierto. Pasaron y conversamos en el patio”, recuerda Edgardo. Eran representantes del holding alemán WPD, que construye y mantiene parques eólicos en 21 países de Europa, América Latina y Asia. En Chile, la empresa fue constituida en 2009 y hoy es dirigida por el empresario alemán Lutz Kindermann, quien es gerente para América Latina y está afincado en el país desde 2011.

El mensaje era simple: el Parque Eólico Negrete sería construído en el sector El Agro, en terrenos que la empresa arrendaría y que eran colindantes a la casa de Edgardo. “Nos dijeron que iban a ser un aporte y que arreglarían el camino”, asegura Edgardo. Fueron 15 minutos de conversación en los que no imaginó que el lugar donde vivió por más de 10 años tendría torres gigantes con aspas girando todos los días. 

Dos meses después, las mismas personas volvieron a su terreno. Esta vez le comunicaron que el perímetro específico en donde estaría localizado el parque estaba a 230 metros de su casa.  

Edgardo dice que ya no había nada que hacer. El proyecto ya estaba en marcha, y asegura que ni él ni sus vecinos tuvieron la oportunidad de expresar sus preocupaciones. “Me dijeron además que había una zona de seguridad de 300 metros alrededor de la torre, donde yo no podía construir nada por si se caía la torre. Ese era el sitio de riesgo”, relata.  

“Nosotros nos enteramos que nos tomaría una parte de nuestro terreno cuando la empresa ya tenía todo listo”, asegura Edgardo, recordando que en 2018 la empresa llegó a ofrecerles una compensación de 2,5 millones de pesos por esta zona de seguridad. “A nuestro parecer es una miseria comparado con el valor de nuestros terrenos, y más aún, con el valor que pierden al quedar sujetos a un contrato en donde no se puede hacer nada”, concluye.  

Edgardo no aceptó el trato -ni el dinero- ofrecido por la empresa.

Carta enviada por la empresa WPD a Edgardo Hidalgo en enero de 2018, donde le informan de la zona de seguridad (llamada “servidumbre negativa”) y la compensación económica. Fotografía facilitada por Edgardo Hidalgo.

Edgardo Hidalgo vive hace 10 años en el sector de El Agro, en la comuna de Negrete. Las torres eólicas de WPD Chile están a pocos metros de su casa. Fotografía: Lukas Jara.

En 2017, Edgardo tenía 35 cajones con panales de abeja. Hoy solo tiene cuatro. Él cree que murieron por las torres eólicas, pero la empresa le dice que tiene que probarlo. Fotografía: Lukas Jara.

Una discoteque y un aeropuerto

Era diciembre de 2013 y WPD Negrete S.p.A -una ramificación de la empresa WPD Chile- presentaba el proyecto del parque eólico frente al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). Este es el organismo que debe definir si los proyectos pueden ejecutarse, y que evalúa cuál será su impacto en el medio ambiente y en las comunidades aledañas. 

En esa oportunidad, WPD Negrete consideró que los 12 aerogeneradores no tendrían impacto en la salud de las personas, ni en sitios de valor antropológico o turístico, por lo que no era necesario presentar un estudio de impacto ambiental sino sólo una declaración. 

Según la ley que regula las bases generales del medio ambiente, la declaración de impacto ambiental (DIA) es un documento que describe el proyecto y sus impactos “bajo juramento”, y puede presentarse solo para aquellas iniciativas que no generen cargas ambientales significativas. La DIA no exige procesos de participación ciudadana. Un estudio de impacto ambiental, en cambio, se debe presentar cuando el impacto del proyecto es mayor, y siempre incluye la participación de la ciudadanía.

En julio de 2014, a poco más de seis meses de presentado el proyecto, WPD Negrete obtuvo su Resolución de Calificación Ambiental (RCA), documento emitido por el SEA que dio por aprobado el proyecto. Los molinos tenían luz verde para su construcción.

Cuando las hélices del Parque Eólico Negrete comenzaron a girar, en febrero de 2020, nada volvería a ser igual en El Agro. Un día de abril de ese mismo año, a eso de las 13 horas, Edgardo notó por primera vez que la luz del sol se interrumpía de manera intermitente. Cada dos segundos parecía como si un manto cubriera y descubriera su casa, una y otra vez. Primero pensó que podría tratarse de un árbol. Al salir al patio, se sorprendió al ver que la sombra era generada por el giro de las aspas, ya que tapaban los rayos del sol justo por sobre su vivienda. Este fenómeno es conocido como sombra parpadeante o intermitente.

Las sombras intermitentes son una emisión óptica de las torres eólicas. Este video fue grabado por Edgardo Hidalgo al interior de su casa. 

En su declaración de impacto ambiental, WPD no mencionó las sombras intermitentes como un impacto del parque en zonas pobladas o residenciales. La empresa alemana no se anticipó a este tipo de “emisiones ópticas”, a pesar de que son ampliamente conocidas y estudiadas en Europa. Según un informe británico que recopila evidencia de diferentes países, a largo plazo, la exposición a sombras intermitentes es una “molestia significativa” que requiere medidas de mitigación para reducir su impacto. La mejor forma de hacerlo -indica el informe- es ubicar las turbinas a suficiente distancia de las casas. El informe indica también que la exposición a sombras intermitentes no debe superar los 30 minutos al día. 

“La sombra parpadeante me dura como cuatro horas promedio en el día. Mientras más viento hay, más rápido es, porque el aspa gira con más velocidad”, asegura Edgardo. Se asemeja “a una luz estroboscópica, como estar todo el día en una discoteca”, dice. 

Junto a las sombras parpadeantes, el ruido también se instaló en esta zona rural del Biobío. Desde que los aerogeneradores entraron en operación, Edgardo y su familia se despiertan durante la madrugada por las vibraciones y no pueden conciliar el sueño. Dicen que el ruido se asemeja al de un avión que está constantemente aterrizando o despegando. “Es algo que cansa. Estar todo el día con el ruido ahí, el zumbido de las aspas cortando el viento”, lamenta Edgardo.  

Nicolás Bastián es ingeniero civil acústico y director de ingeniería de Acústica Austral, empresa dedicada al desarrollo de estudios y diseño de proyectos de ingeniería acústica. “El problema de los ruidos de parques eólicos es que son un sonido muy molesto. Esto ocurre por un fenómeno que se llama amplitud modulada, ya que uno escucha una variación muy rápida de alto nivel y el cuerpo humano no está acostumbrado a eso. Puede variar el sonido en 10 decibeles en un segundo”, explica. 

WPD ofreció a los vecinos la instalación de termopaneles para aislar las viviendas del ruido. Edgardo cuenta que algunos vecinos aceptaron, mientras que otros no.

Las aspas de las torres eólicas cortan el viento día y noche. Video grabado por Edgardo Hidalgo al interior de su casa.

La muerte de las abejas

Con el tiempo, las abejas de Edgardo comenzaron a desaparecer. De las 35 cajas con nidos que tenía en 2017, ahora tiene sólo cuatro. “Nosotros creemos que se murieron por las torres. La empresa nos dice que tenemos que tener pruebas y que éstas no afectan en nada. Hasta antes de que entraran en funcionamiento teníamos todos los cajones, y empezaron a funcionar y los cajones se fueron muriendo de a poco”, asegura Edgardo. 

En noviembre de 2019, antes de que el parque eólico entrara en operación, los vecinos de El Agro denunciaron a WPD ante la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). Alegaron por el ruido que causó la etapa de prueba, en donde unos lazos golpeaban persistentemente las torres. 

En 2020 y 2021, los fiscalizadores de la SMA visitaron El Agro. En las actas de la visita, obtenidas a través de una solicitud de Transparencia, los fiscalizadores anotaron observaciones del entorno, dejando constancia que en tres de las seis inspecciones, las hélices giraban lento o estaban detenidas. Consultado para este reportaje, Tomás Schröder, representante legal de WPD Negrete, asegura que tener aerogeneradores detenidos es “muy habitual” y que no tenía nada que ver con la inspección. 

En las actas de fiscalización aparecen también los resultados de las mediciones acústicas. El nivel más alto de decibeles capturado fue 53.4, similar al nivel de ruido de un barrio nocturno con bares, pubs y discotecas. Este nivel es superior a los 45 decibeles proyectados por WPD en su declaración de impacto ambiental, pero por debajo del máximo establecido en la norma sobre ruidos, que es de 55. 

Según la Superintendencia del Medio Ambiente, la denuncia de los vecinos de El Agro aún sigue en tramitación.

El problema de Edgardo no es excepcional. La transformación de la matriz energética de Chile se hace sin una norma que regule específicamente la distancia, las emisiones sonoras y las sombras producidas por los aerogeneradores, que se multiplican cerca de zonas pobladas. 

En 2020, el SEA recomendó 500 metros mínimos de distancia entre una torre eólica y una casa, pero según una base de datos del Ministerio de Energía, obtenida a través de una solicitud de Transparencia, hay 17 parques eólicos en el país que actualmente están en operación y no cumplen con esta sugerencia.

Un problema que gira en el centro-sur

De acuerdo a un informe de la Biblioteca del Congreso Nacional, la  energía eólica ha tenido un aumento sostenido desde 2013, llegando a contribuir el 7% del total de la energía generada en el país en 2020. La Región del Biobío es la segunda del país donde hay mayor inversión en parques eólicos. Y es que las condiciones del lugar son privilegiadas

Un informe hecho en 2014 por el Ministerio de Energía en conjunto con la organización alemana de cooperación internacional GIZ, destaca que el valle central entre las regiones del Biobío y la Araucanía tiene la ventaja de estar cerca de la infraestructura que conecta a las generadoras con las líneas de distribución que permiten llevar electricidad a diferentes zonas del país.

Sin embargo, el protagonismo que ha tomado la región en la producción de energía eólica ha causado la reacción de vecinos y vecinas, que denuncian no haber sido considerados en el proceso de planificación de las granjas de viento, las que han terminado por instalarse muy cerca de sus casas. 

De acuerdo a una base de datos georreferenciados entregada por el Ministerio de Energía a través de una solicitud de Transparencia, en el país hay 44 parques eólicos operativos. Otros 12 están en construcción y seis están en etapa de prueba. Del total, 17 están ubicados en la Región del Biobío.

Hasta septiembre de 2021, 19 de los 62 parques del país -incluyendo aquellos que están operativos y los que se encuentran en construcción- están a una distancia menor de 500 metros de viviendas y zonas residenciales.

En las comunas de Antofagasta, Atacama y Coquimbo es común ver turbinas al borde de las carreteras, pero la mayoría está ubicada en sectores costeros y sin asentamientos aledaños. De hecho, en esas regiones solo cinco parques eólicos se encuentran a una distancia menor a mil metros. En Biobío en cambio, son 12 los que están a menos de 500 metros de zonas residenciales.

WPD Chile, la filial de la empresa alemana, tiene tres parques eólicos en operación: dos en Biobío (el de Negrete y uno en Los Ángeles), y uno en Collipulli, región de la Araucanía. Todos están instalados cerca de viviendas: a 230 metros el de Negrete, a 280 metros el de Los Ángeles y a 460 metros el de Collipulli (distancias aproximadas y medidas con Google Maps). 

Las aspas de AES Gener

WPD no es la única empresa operando en la región. En febrero de 2021, los vecinos del sector Ciruelo Sur, en Los Ángeles, protestaron en la ruta con pancartas y silbatos. “No al Parque Eólico Mesamávida” y “Fuera AES Gener”, eran algunas de las frases que se podían leer en los carteles. 

Allí estaba Vilma Mellado, quien se convirtió en dirigenta cuando llegaron los parques al lugar. “De un día para otro nos encontramos con un proyecto al frente de nuestro hogar. Vamos a tener máquinas aerogeneradoras a menos de 200 metros de nuestras casas”, reclamaba Vilma entonces.

Según la base de datos del Ministerio de Energía, AES Gener es dueña de cuatro parques eólicos: Los Cururos, Campo Lindo, Mesamávida y Los Olmos, ubicados en las regiones de Coquimbo y Biobío. De ellos, sólo el último se encuentra al menos a 500 metros de la vivienda más cercana. Los otros tres están a 297, 300 y 410 metros aproximadamente. 

Entre junio de 2020 y enero de 2021, la comunidad de Ciruelo Sur ingresó 19 denuncias ante la Superintendencia del Medio Ambiente, reclamando por el ruido y por el incumplimiento de medidas preventivas en la fase de construcción del parque eólico.  

Vilma explica que la relación con las empresas ha sido compleja. “Ellos tratan mal a la comunidad, les faltan el respeto, las subestiman. Nunca hubo una intención clara de acercarse y conocer la realidad. En mayo del año pasado empezamos a ver camiones que empezaron a transitar. Ahí nos enteramos que había un proyecto”, asegura. 

Los reclamos de Edgardo y Vilma sobre la cercanía de los parques de sus casas, son consecuencia del incumplimiento de una recomendación técnica que el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) emitió en 2020. 

El manual para la aplicación del Decreto Supremo Nº38 del Ministerio de Medio Ambiente orienta a las y los funcionarios del SEA sobre cómo aplicar la norma de ruido en la evaluación ambiental de parques eólicos, definiendo un estándar de protección de las comunidades que viven en zonas cercanas. 

“Internacionalmente, se reconoce una distancia mínima de 500 metros entre viviendas y aerogeneradores para controlar los impactos por ruido. No obstante, algunos países adoptan distancias mayores (hasta 2 km), con el fin de resguardar la calidad acústica de los receptores cercanos, dice la guía.

Pero a pesar de los impactos de la amplitud modulada, la guía del SEA no es más que una recomendación. 

Mario Delannays, ex seremi de Medio Ambiente en la Región de Biobío en el gobierno de Sebastián Piñera, confirma que la regulación no tiene la capacidad de obligar ni sancionar a las empresas. “Lo que tenemos hoy en día es un concepto basado en las buenas prácticas. En la comisión podemos decir que queremos aumentar las distancias pero jurídicamente no tenemos sustento, hoy ocurre más por voluntad”, asegura. 

Para este reportaje, se solicitó entrevista con WPD y AES Gener. Por correo electrónico, Tomás Schröder, representante de la filial de la empresa alemana, aseguró que “todos los parques de WPD se rigen por las exigencias establecidas en sus respectivas Resolución de Calificación Ambiental (RCA)” y que mediante visitas al sector de El Agro “se ha podido respaldar el cumplimiento de la normativa ambiental con informes de monitoreo que han arrojado resultados dentro de los porcentajes más altos de cumplimiento”. 

AES Gener no respondió a las solicitudes de entrevista.

No basta con no echar humo: tienen que estar en el lugar correcto

La transformación de la matriz energética para pasar de fuentes contaminantes a fuentes limpias y renovables no es sólo una meta no solo de Chile, sino también de las principales economías del mundo. Sin embargo, esta transición no ha estado exenta de controversias. 

En Alemania, un país con más de 30 mil turbinas eólicas, numerosas agrupaciones ciudadanas y grupos de interés han protestado y presentado recursos legales en contra de las granjas de viento, alegando por su impacto en las zonas donde se instalan. En este contexto, las distancias han sido un punto crucial, ya que la energía eólica requiere grandes extensiones de terreno que cada día son más escasas.  

En 2020, una controvertida propuesta de mil metros mínimos entre parques eólicos y zonas residenciales terminó siendo desechada tras el firme rechazo de las empresas eólicas, que alegaban contra el gobierno alemán diciendo que la transición energética no sería posible con normativas tan restrictivas. Hoy, después de un largo debate, cada estado puede decidir si permite o no construir aerogeneradores a menos de un kilómetro de viviendas y zonas pobladas.  

¿Cómo incentivar la transformación de la matriz energética y al mismo tiempo proteger los derechos de las comunidades cercanas?  

Desde la asociación alemana de energía eólica, organización que reúne a las empresas generadoras, aseguran que hay otros factores que las personas consideran para aceptar o no la instalación de turbinas cercanas a sus casas, como la participación temprana en los procesos de planificación o los beneficios e incentivos financieros. Por ejemplo, “la reducción de la factura de la luz, o la oportunidad de participar financieramente en el proyecto”, aseguran en la asociación vía correo electrónico. 

El 24 de junio del año pasado, se presentó en Chile el primer borrador del proyecto de ley para regular la relación entre los parques eólicos y las comunidades. El objetivo es normar las compensaciones y medidas de mitigación que deben implementar las empresas eólicas. 

El diputado del Partido Ecologista Verde y miembro de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara, Félix González, estima que la normativa actual es insuficiente. “Si bien estamos muy a favor de las energías renovables, también es importante el lugar en donde se emplazan las centrales (…) no basta con que no echen humo, sino que tienen que estar en los lugares correctos, asegura. 

Dentro de los objetivos de este proyecto de ley, está el regular el radio mínimo de la zona de seguridad de los parques eólicos, también llamada “buffer”. El texto propone que no pueda en ningún caso ser inferior a 500 metros desde el deslinde del predio más cercano, a los cimientos de las torres. 

El proyecto de ley también contempla que las empresas eólicas bonifiquen a la comunidad más cercana con 169 UF -más de cinco millones de pesos- por cada torre eólica instalada. Este monto sería utilizado “preferentemente en mejoramiento de plazas, luminarias y caminos”.  

Para los vecinos como Edgardo, que viven directamente en las llamadas zonas de seguridad, la compensación sería mayor, equivalente a 200 UF por torre construida. Es decir, más de seis millones de pesos. 

Respecto a las sombras intermitentes o parpadeantes, el proyecto de ley establece que las empresas propietarias deberán hacerse responsables de mitigar estos efectos porque se considerará “contaminación e impacto negativo en el medio ambiente”, resalta el documento.

“Estamos súper claros de que hay que modernizar (la legislación), porque sino vamos a crear conflictos socioambientales y lo que debería ser una noticia solo positiva, que es el sacar la emisión de carbono, no lo va a ser. La idea es que ningún territorio se lleve el costo de esta implementación, explica Mario Delannays, ex seremi de Medio Ambiente en la Región de Biobío durante el segundo gobierno de Sebastián Piñera.

Recientemente, Vilma Mellado y la comunidad que vive en las inmediaciones del Parque Eólico Mesamávida en Los Ángeles, recibieron una buena noticia. “Cuando empezamos esta lucha, todas las autoridades nos dijeron que no había nada que hacer, pero le hemos logrado quebrar la mano a la empresa”, asegura Mellado. La Superintendencia del Medio Ambiente decidió acoger sus denuncias y formular cargos contra AES Gener, ya que concluyó que la empresa no tomó medidas adecuadas para mitigar el impacto de la construcción del proyecto sobre las comunidades aledañas.  

Mientras tanto, Edgardo Hidalgo y los vecinos de El Agro esperan que la Superintendencia se pronuncie respecto a su caso. Ven con esperanza los cargos formulados contra AES Gener. “Para nosotros es una buena noticia, porque si le formularon cargos a esa empresa, que iba a instalar torres encima de las viviendas -igual a las nuestras- creemos que en el caso de WPD, la superintendencia debería tomar sanciones mucho más duras”, dice.